¿Te ha pasado a ti o conoces a alguien que parece que siempre está de malas, todo le frustra, reacciona de manera irracional a las circunstancias, está a la defensiva, irritado, seco, molesto o simplemente con energía de negatividad?
Esta situación cada vez está más presente.
Personas decepcionadas, molestas y frustradas.
Y pasan los días, pasan los eventos, y no saben lo que está pasando con ellos, ni tampoco el impacto de sus reacciones y conductas en los demás y en su propia vida.
Tristemente, hasta que escala y pasan crisis con mayor fuego empiezan a darle importancia a sus emociones y conductas.
Te quiero contar que cada emoción es importante, cada una de ellas.
El enojo no es la excepción.
El enojo es una respuesta natural que se adapta a las amenazas, e inspira sentimientos intensos, con frecuencia agresivos, y conductas que nos permiten luchar y defendernos cuando nos sentimos atacados. Por lo tanto, para sobrevivir es necesario un determinado grado de enojo.
El enojo nos lo han pintado en las caricaturas y en las películas como el malo, como un monstruo rojo vengativo. Que sólo hace el mal y es algo que debemos evitar.
Pero esto es imposible, ya que las emociones son naturales, son reactivas e innatas, no podemos evitar sentir algo, ni deberíamos.
Más bien, conocerlas, percibirlas y controlar entonces la reacción ante ella.
El enojo es una emoción tan importante, que cuando empiezas a ser su aliado puedes crear y transformar mucho a partir de ella.
Lo que quiere decirte es que tú querías o esperabas algo, y el resultado no fue así.
Es tener ciertas expectativas, y cuando te topas con la otra parte, resulta diferente y eso genera frustración.
Realmente es por un propio dolor y decepción.
Mientras mayor la expectativa, mayor la decepción y por tanto, mayor el enojo.
El enojo es la resistencia, la irritación ante algo que no te parece, no te gusta, no querías, no te hace bien, no es respetuoso, o incluso es algo que no te esperabas.
Como dice una de las frases en psicotraumatología:
“un evento con potencial psicotrauma génico, es cuando lo impensable se vuelve realidad”.
Es completamente válido sentir enojo, ante algo que definitivamente no esperabas, no preparaste y sobre todo, no lo pediste.
En lo que asimilamos la nueva realidad, el verdadero resultado; el enojo nos ayuda a procesarlo. Sin embargo, no es sano aferrarte a esa emoción y ser el otro lado de la moneda que se queja de todo lo que le pasa, y que todos están mal, menos sí mismo.
La auto reflexión respecto a tus emociones, tus vivencias y experiencias es clave para convertir al enojo en tu amigo.
Es poder observar objetivamente tu propia responsabilidad en el evento, así como la responsabilidad del otro en sus acciones.
Si puedes dejar de culpar, que implica, señalar desde el dolor, el error, la falta, la ira, recriminar cada detalle. Si puedes dejar de mirar desde ahí, entonces puedes observar desde el equilibrio, y EXPRESAR tu enojo, liberándote, soltando todo aquello que te molestó, que no te esperabas, que quisieras que fuera distinto, que definitivamente no fue tu elección. Y ya que hayas podido soltar eso, lo que queda, es la resignificación.
Es levantarte con tus dos piernas, tu espalda derecha, pecho abierto, ojos bien grandes, respirar profundo, y decir, BASTA, aprendo de esta experiencia, tomo lo que es mío, y suelto todo aquello que no me corresponde, no estuvo en mis manos, no controlo lo que el exterior tiene en mi camino, pero sí controlo lo que yo hago a partir de cada momento.
Expresar tus sentimientos de enojo con firmeza pero sin agresividad es la manera más sana de expresar el enojo.
Para hacerlo, debe aprender cómo dejar en claro cuáles son sus necesidades y cómo realizarlas sin lastimar a otros.
Ser firme no significa ser prepotente ni exigente; significa respetarse a sí mismo y a los demás.
Si todavía no estás listo para ponerlo en palabras, tómate tu tiempo, haz lo que necesites, ya sea gritar, escribir, salir y correr, respirar profundo, lo que tú prefieras y más. Esto para poder brindarle al cuerpo el espacio para sentir y soltar.
Si puedes dirigir tus emociones y crear pensamientos donde se base el respeto a ti mismo, y al mismo tiempo a los demás, entonces podrás marcar límites:
Hacer explícito lo que no te pareció, lo que no vas a volver a aceptar, lo que quisieras, y cómo propones que así sea.
Ten muy presente que una cosa es marcar límites, y otra es cumplirlos y hacerlos respetar SIEMPRE que puedas. Ya que, si es a veces sí y otras no, la gente y tú mismo también se sentirán confundidos y habrá límites difusos.
Mientras mayor claridad en tus acciones, pensamientos y emociones, mayor coherencia en tus esferas de vida.
Recuerda lo último que te hizo enojar, reconoce ese enojo y el por qué de ello.
No permitas que se acumule una bola de nieve de enojos reprimidos, eso convierte el fuego en un volcán a explotar.
Cuida tu intensidad, cuida tus emociones y cómo las vives en tu cuerpo, en tu mente y en tus conductas.